Si has crecido viendo los Picapiedra seguro que alguna vez te has imaginado conduciendo el famoso “troncomóvil”. Sí, ese coche de aspecto rudimentario que se propulsaba con la energía cinética que producían los pies del piloto y del copiloto. Mucho más modernos y mejor equipados, hoy existen vehículos que puedes mover tu mismo. No se trata de poner en funcionamiento un motor con el movimiento de nuestro cuerpo sino a través de la gestión de nuestros propios residuos orgánicos.
En A Coruña, y gracias a un proyecto conjunto de Naturgy y el Centro Tecnológico EnergyLab, con la colaboración de EDAR Bens, ya circula un autobús público que se mueve con gas natural renovable. Este combustible es equivalente al gas natural pero, en este caso, se produce tras el proceso de depuración de aguas residuales. Es decir, el agua que se va por el desagüe cuando uno se ducha, lava los platos o tira de la cadena del inodoro es una mina de combustible limpio.
El proyecto pionero que se está llevando a cabo en la EDAR (empresa pública de depuración de aguas) de Bens -presta servicio de depuración de aguas residuales en los ayuntamientos de A Coruña, Arteixo, Cambre, Culleredo y Oleiros-, consiste en la captura de las emisiones que se producen durante la descomposición de la materia orgánica y que, de otra forma, se emitirían a la atmósfera. El biogás generado se somete a un proceso de depuración y se transforma en biometano que se emplea como combustible de un autobús y otros vehículos.
Hacia la economía circular
La ecomovilidad es uno de los grandes retos de la actualidad y la innovación basada en el biometano una vía clara para contribuir a la descarbonización del sector y la dependencia de recursos no renovables. Convertir un residuo orgánico en recurso y aplicarlo al transporte significa avanzar hacia la economía circular, neutralizar las emisiones de CO2 y contribuir a la lucha contra el cambio climático. Pero además, el gas natural renovable puede ser transportado fácilmente cuando es inyectado en la red de distribución de gas natural, lo que permite generalizar su utilización.
Igualmente, posibilita a la sociedad producir, distribuir y consumir gas autóctono, desarrollando así la economía local y reduciendo la dependencia energética del exterior. Entre sus beneficios está la creación de empleo y su contribución neta al PIB, con 16.000 empleos y una aportación al PIB estimada en 226 millones de euros al año en Europa, según la Asociación Española del Gas (Sedigas).
El biometano en Europa y en España
Las ventajas son evidentes. No obstante, la producción de biometano tiene por delante retos importantes. El principal es la reducción de costes de producción a través de un desarrollo tecnológico y mecanismo sostenible para la colección y gestión de residuos.
A finales de 2017, Europa contaba con más de 540 plantas que obtenían biometano de la limpieza y tratamiento del biogás procedente de diferentes fuentes (vertedero, plantas de tratamiento de agua…) y para distintas aplicaciones. El país con mayor grado de implantación es Alemania, seguida Reino Unido, Suecia y Francia.
En España, hay más de 300 plantas de producción de biogás, más de la mitad procedentes de las plantas de tratamiento de aguas residuos, 30 de residuos sólidos urbanos y más de 40 de residuos agroganaderos. Pero solamente una de estas plantas convierte el biogás en biometano y lo inyecta a la red de transporte. A esta se sumarán otras dos a finales de año.
Dado que nuestro país es el séptimo productor europeo de biogás, según los datos del barómetro Eurobserver, hay un potencial importante de producción de gas natural renovable aún por explotar. Según un informe del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), España podría producir 1.695 ktep de esta energía al año, equivalente al 6,5% del gas natural consumido en general, o al 38% del gas natural consumido en los hogares. Sedigás considera que, dado el volumen de residuos existente en nuestro país, la mitad de la demanda doméstica de gas podría ser cubierta hacia 2030 con gas renovable, aunque para ello habría que maximizar la producción y reducir los costes.
Fuente: Faro de Vigo